lunes, 30 de marzo de 2009

¿Si lo único que tuvieses fuesen tres maletas, sonreirias?


Cada mañana que viajo en autobús, veo a través de las grandes ventanas a un hombre sentado en un banco. Siempre en el mismo banco. A su lado tiene tres maletas. Una grande y dos pequeñas.
Hoy tuve la suerte de conseguir un asiento libre en el autobús y me senté junto a la ventana. No suelo fijarme en nada, mi vista funciona pero no veo nada.
Una de las veces en las que el autobús paró me colocó frente a este hombre. Mi vista se activó y le observé.
Me pregunto cual será su historia.
La maruja sentada delante mía piensa que deben meterlo en la cárcel y lo dijo en voz alta. Meter a alguien en la cárcel por estar sentado en un banco... son los últimos coletazos de la generación franquista. Ya quedan pocos.

Me apetece preguntar a ese hombre sobre su situación.
Pero sobre todo, preguntarle por qué sonríe.

Mi propio Tsunami.

Me siento como un doctor, que mientras se fuma un Ducados, informa a su paciente de que le ha detectado un cáncer de pulmón. Soy persona de dar consejos, y me gusta ayudar con ellos a quienes los piden. Ahora esos consejos me los devuelven y no soy capaz de aplicarlos.

Cuando una mala racha llega, no podemos esquivarla.
Si nos bañamos en un día de oleaje, será mas difícil mantener el equilibrio y debemos contar con que algunas de esas olas nos tirará y puede que traguemmos agua. La mayoría de nosostros, cuando esas olas llegan, les hacemos frente, otros se dejan llevar y otros nunca saldrán del mar.
Un buen amigo dice que no podemos controlar la fuerza de esas olas y que lo único que podemos hacer es o bien intentar llegar a la orilla o pedir ayuda.

Mi error es que no he pedido ayuda y sin gritos de ayuda nadie viene a salvarte. He sido tan orgulloso que he creído poder llegar a la orilla yo solo. Estoy exhausto. Este puto mar me arrastra una y otra vez hacia dentro.

Soy masoca. Aún sabiendo que iba a hacer mal tiempo fui a bañarme.

Conozco a unos cuantos que no quieren que me ahogue y a ellos les pediré ayuda cuando la necesite.
Lo prometo.

Hacia ese mar revuelto te arrastran un montón de cosas. Situaciones que nos vienen grandes porque nadie antes nos enseñó cómo afrontarlas. Esas situaciones nunca vienen solas. Hay días que me siento como un gran imán y que mis problemas son virutas de hierro que no puedo quitarme de encima.

Sería un hipócrita si dijese que me consuela el saber que otros tienen peores problemas.
(No me gusta la hipocresía ni la mentira. Odio la mentira, sobre todo si es un vício adquirido y viene de alguien que dice que le importas.
El mentiroso va en dirección prohibida y tarde o temprano se estrellará.)
Jode cerrar los ojos y al abrirlos ver que todo sigue igual. Jode ver que todo ocurre a cámara lenta y jode más aún oir una y otra vez la palabra paciencia. En este caso tengo prisa. Mucha prisa.

Sigo nadando, ya queda poco.