jueves, 26 de marzo de 2009

¿De piloto o de pasajero?

No me suele resultar duro levantarme por las mañanas pero hoy, el sonido de la alarama de mi movil me ha amargado el despertar. Hoy en día puede uno, a través del movil, elegir una canción como alarma, para ser despertado. Yo las suelo cambiar de vez en cuando porque acabo aborreciéndolas.
Me acuerdo de los antiguos radiodespertadores con reloj digital color verde, cuyo destello se reflectaba en la pared y "decoraba" mi habitación como un burdel de carretera. Yo solía quitarme los calcetines antes de meterme en la cama y colocarlos sobre el radiodespertador para tapar el destello verde que tanto me irrritaba. Aunque estos aparatos eran indestructibles el sonido de su alarma sonaba como el maullido de un gato que fuma, con lo cual era difícil levantarse de buen humor.

Ahora hay unos despertadores con una lámpara incorporada, que al llegar a la hora que hemos programado emiten una luz límpia que se va haciendo más y más intensa, con lo cual el despertar es más natural que con una canción de Los Mojinos Escocios. Es de la marca Phillips y cuesta unos 200 euros con lo cual podemos probar a conectar una linterna a un reloj digital a ver que sale. Más barato es.

Bueno pues volviendo a esta mañana y una vez despierto, aseado y desayunado, cogí el autobús como cada mañana para bajar a Alicante a trabajar. Hoy éramos unas 16.000 personas en el autobús y he cometido el gran fallo de no quitarme la chaqueta antes de subir. Quitarse la chaqueta con 15.999 personas dentro de un autobús no es tarea fácil así que he bajado en mi parada con la sensación de haberme meado encima. Tenía los calzoncillos pegados como el papel de una madalena. Ese calor, junto al cruce de conversaciones de viejas enanas ansiosas por coger los mejores pimientos y tomates en el mercadillo, han hecho de ese viaje en autobús una auténtica pesadilla.

Que ganas tengo de comprarme un coche o al menos una moto.
Me encanta conducir. Hacer viajes largos. He conducido mucho en Suecia debido a mi trabajo. Trabajaba en diferentes ciudades y los paisajes eran espectaculares. En invierno era impresionante el ver todo a tu alrededor completamente blanco y en verano rara era la vez que no viese a algun animal cruzando la carretera. Y nadie les ha explicado que hay que mirar a la derecha, a la izuqierda y a la derecha otra vez, así que es normal dar parte al seguro por atropello de animal salvaje. He visto zorros, ciervos, alces, topos, vikingos con cascos con cuernos y zuecos de madera...
Atropellar a un alce es como chocarte contra un muro de hormigón. Pesan 500 kilos y son de altos como un caballo. Los he visto de cerca y son impresionántemente grandes.

Conducir en la ciudad es más emocionante que conducir en la naturaleza. En la ciudad se pueden ver hijos de puta que aparcan en doble fila, cabrones que no ponen el intermitente al salir de una rotonda, macarras con el reggeton a tope... otro tipo de fauna. Me encanta tocarles el claxon y dedicarles unos insultitos de nada. Esto es como en un partido de fútbol en el que todos se cagan en la madre de todos y cuando el partido acaba se cambian las camisetas como si no hubiese pasado nada.

Lo que más me jode en lo que a conducir se refiere es a la hora de aparacar. Doy vueltas cerca de mi casa durante un cuarto de hora sin éxito y cuando me decido a aparcar lejos, veo un sitio libre justo en frente de mi portal.
Y si voy corriendo a coger el coche para aparcarlo en ese hueco, cuando llego ya no existe tal hueco y cuando vuelvo al aparcamiento inicial, este tampoco está.

El autobús es lento y agobiante y el coche más caro y difícil de aparcar.
Me parece que cuando el cerdito esté gordito, cae una moto.







En definitiva me gusta conducir pero que no me toquen e