Puesto que ya es oficial el acuerdo entre mi "nueva" empresa y este humilde trabajador anuncio que el 22 de abril vuelo hacia a Alicante para empezar lo que otras veces me propuse y no rematé: hacerme un hueco entre codazos y picardía española en el país que me vió nacer.
Entiendo la alegría del Cid Campeador cuando a lomos de su caballo volvía a su Castilla natal con la cabeza bien alta y con ganas de azotar a todo aquel que fuese contra el cristianismo. Yo voy sin intención de dar clases de catequésis pero si hay que azotar a cristianas o a otro tipo de religiones se hace con toda la palma de la mano.
España. Mi país. Mi vergüenza y mi orgullo.
A tres semanas de mi cambio de vida y su correspondiente actualización en Feisbuk me siento y me paro a pensar en a donde voy y en lo que me espera allí donde voy. Lo puedo incluso analizar de la siguiente manera: "vaya lío en el que me voy a meter".
Huelgas generales, políticos de película de miedo, árbitros que no le pitan penaltis al Barcelona, atención al cliente por teléfono sacada de una película de Woody Allen, guiris de chancla, calcetín blanco y espalda color de letrero de neón de puticlub, parachoques abollados, aceras-parking, crisis hipocondriaca y productos Hacendado.
Antídotos españoles y alegrías reconfortantes son la hospitalidad incondicional del Abuelo y su eterna amistad, la preocupación e interés Felipista de Joseto que tanto me ha ayudado en este proceso, la compañía de Guerra y su saber estar en la vida, la seguridad de saber que tengo más amigos aunque aquí no los nombre, la certeza y convicción de que si trabajo duro todo lo demás encajará a la perfección, planear visitar y ser visitado por mis hijos en el que también es su país, tapas y quinto de Mahou a un euro, gofres con chocolate, mi nueva vida y la fantástica sensación que supone el cerrar un capítulo y empezar otro que es escrito sólo por mí.
Este soltero, maduro y guerrero deja de ser vikingo para ser torero y pasa de ser toreado a ser el amo de su ruedo.
España, nos vemos pronto.