domingo, 1 de febrero de 2009

Sangre de mi sangre.


Cuando Clara y Eric nacieron estuve presente en ambos partos. Jamás olvidaré el momento en el que vi la cabeza de Clara asomar. Mi hija estaba a punto de nacer.
Fue un parto duro. Clara no tenia prisa por salir. Estuvimos más de diez horas en el hospital esperando a que nuestra princesita nos dejase ver su carita. Yo estaba muy nervioso. Decidimos que Clara nacería en Suecia y allí estaba yo, sin saber nada de sueco, impotente por no entender lo que los médicos decían. Cuanda Clara empezaba a salir, una de las matronas me hizo un gesto y me invitó a ver, en primera línea, como Clara asomaba su cabecita.
Clara tardó en llorar y por un momento me preocupé. Estaba tan nervioso que no me atreví a cortar el cordón umbilical. Al cabo de un rato por fin se oyeron los llantos que me tranquilizaron y puse el primer pañal de mi vida a mi hija. Me costó pero al final acerte a colocarlo bien. Las manos aún me temblaban. Para que la niña no perdiese calor corporal me hicieron colocarle un diminuto gorro rosa en su diminuta cabeza y por fin pude cogerla. Nueve meses esperando a tenerla en los brazos. Era el bebé más bonito del mundo y me costó soltarla para colocarla sobre el pecho de su madre. No podía dejar de mirarla. Contemplar sus manitas y con sus diez deditos y sus diez uñitas. Sus mofletes. Sus piececitos. Sus ojazos oscuros.
Me acerqué a besarla en la mejilla y descubrí el olor más agradable que jamás he olido. El olor que desprendía su cuerpo. El olor a bebé.
Fué un gran día, el 9 de septiembre del 2001.
Clara tiene hoy 7 años y es una niña muy sana. Tiene una imaginación sorprendente y le gusta ser el centro de atención. Tiene un color de pelo especial y precioso. Unos ojazos marrones que transmiten ternura y una cara tan bella que parezca estar iluminada por una luz blanca y limpia que la acompaña allá donde va y la hace destacar entre el resto de niñas.
Clara tiene el genio de los españoles y lo demuestra cuando no consigue lo que quiere. Es lista y plantea preguntas que dejan a uno con la boca abierta. Es generosa y muy cariñosa.
Es un bombón de niña.
Me encanta poder resolver sus dudas. Me encanta observarla sin que ella se de cuenta y ver sus gestos. Me encanta olerla. Me encanta hacerla reir y que ella me haga reir a mí. Me encanta verla contenta.
Cuando uno se convierte en padre se plantea tarde o temprano que clase de vida quiere dar a su hijo. Educar pasa a ser un verbo importante en la nueva vida que empieza. Una vida como padre.
Pero lo más sorprenderte que uno experimenta al ser padre es el darse cuenta de lo mucho que se puede llegar a amar a una persona tan pequeña. Esa persona es sangre de mi sangre.

Ahora la tengo muy lejos pero sigo recordando perfectamente su olor.
Te quiero Clarita.