viernes, 22 de mayo de 2009

Trás la barra del Piper y con ganas de trabajar con traje y corbata.

Varios son los dias en los que he pateado Salamanca entregando currículums. Me sigue encantando la ciudad y cada día que pasa más. Está llena de avenidas grandes, el centro es un laberinto de calles, muchas de ellas peatonales. La plaza Mayor es preciosa y el flujo de gente por ella es constante.
Dias calurosos en los que echo de menos la playa.
Curioso el hecho de que hiciese falta mudarme a Salamanca para darme cuenta de que Alicante como ciudad es horrible. Cogería a cada uno de mis amigos y los traería aquí.
El sábado pasado debuté detrás de la barra, en la mítica discoteca salmantina Piper. Mi tío es uno de los dueños y me dejó ayudarle trás la barra. Cuesta un poco desenvolverse, pero con chispa y ganas uno se amolda y hasta resulta de ayuda. La verdad es que me gustó. Fue divertido. Había gente de todo tipo. Desde jóvenes punkies hasta viejos nostálgicos, pasando por filósofos nocturnos con la habildad de no sentirse pesados. La noche se me pasó volando. El local es viejo y falto de reformas. LLeva más de 30 años abierto así que no deja de tener encanto el hecho de tener un aspecto antiguo. La gente que trabaja allí parece buena gente así que espero conocerlos un poco más.

Volviendo a mis paseos por Salamanca, os hablaré del anecdótico escáparate con el que me topé. Era una tienda de productos de belleza. La gran cristalera junto a la puerta estaba forrada con un nmenso cartel blanco que ocultaba el interior y sobre él el siguiente texto en letras grandes y azules: "Nadie tiene sueños eróticos con gente muy simpática".. Se acabó el sujetar puertas a chicas guapas. Por si acaso el dicho es cierto, voy a ser amable sólo con las feas.

Otro suceso ocurrido en esta semana, fue una especie de selección a la que asistí para entrar a trabajar en el Corte Inglés que próximamente abrirán en Salamanca.
La selección consistía en un test psicotécnico imposible de acabar en el tiempo que te dan. La verdad es que me hicieron dudar con apartados como el de dibujar un triángulo y dos rectas perpendiculares. No me imgino una llamada diciéndome lo sentimos Javier, no nos ha gustado tu triángulo.

Antes de entrar a hacer el test, esperé en un pasillo ancho. Por él desfilaba mucho tacón y elegancia, una nube de perfumes femeninos me envolvió y me dije a mi mismo: "aquí quiero trabajar yo".
Yo y mi optimismo esperamos una llamada del Corte Inglés.