sábado, 25 de julio de 2009

Y de repente apareció la cordura...

Durante un largo tiempo no he luchado contra mi dejadez y desgana. No he conseguido apretar los puños y sacar fuerzas para vencer mi desilusión. Después de este tiempo he comprendido algo muy importante. Algo que me abre los ojos. La gente no tiene porque entender mi situación. No tienen porque entenderme y tienen todo el derecho a criticarme. No tiene porque justificarme o perdonarme. En mi defensa diré que jamás quise aprovecharme de nadie aunque mi forma de actuar pueda mostrar lo contrario.
He fallado a mucha gente durante este tiempo. Sobre todo a mis nanos. Me avergüenzo de no tener la fuerza propia de un buen padre, de un buen hermano, de un buen hijo, de un buen amigo...

No voy a justificarme con el sufrimiento de el último año y medio. Ni voy a utilizar el pasado para razonar a la hora de justificar quien hoy soy.
Sería la opción más fácil y la más cómoda.

Ante mí tengo unos días de incertidumbre. En estos días no sólo apretaré los puños sino también los dientes. Pero sólo lo haré por mí. Por ser quien siempre quise ser. Por el luchador que tengo dentro. Por mis nanos. Por darles la vida que yo siempre deseé y no me refiero a lo material.
No lo haré por callar las críticas pero sí lo haré por los que me critican de forma constructiva. Sé muy bien quienes son y quienes de verdad son dignos de mi amistad. Yo voy a dejar de ser hipócrita, precísamente combatiendo contra la hipocresía.

En estos días, pase lo que pase, tramaré y prepararé mi decisión, la cual ya empieza a tener forma. No es la más fácil pero es, sin duda, la que me conviene. Necesito un reto. Uno grande.

Tengo muchas situaciones grabadas en la memoria. Van y vienen a su antojo. Sin avisar. Provocan el insomnio que padezco y son el fondo sobre el que dibujo mi silueta triste y penosa.
Una de estas situaciones es mi mudanza a un nuevo piso tras la ruptura con la madre de mis hijos. Unas semanas antes lo tenía todo y de repente me faltaba todo. La familia que formé, mi madre, un simple abrazo, alguien que me escuchara...

Mi nuevo "hogar" era tristemente poco acogedor. No conseguí sentirme cómodo entre esas paredes. No era lo que yo había planeado. Mis pasos resonaban en toda la casa simbolizando el vacío que sentía. Invertí en pocos muebles. Muy pocos.
Mis nanos, cada quice dias amueblaban mi apartamento con risas y lo envolvían todo con su olor. Cuando esas risas no estaban pesentes intentaba sostener los muros con optimismo y esperanza.
Pero el tiempo enterró mi esperanza y el dolor invadió mi existencia.

Hoy no sufro menos que entonces, pero he aprendido mucho y muy útil.
He aprendido que quererse uno mismo es señal de recuperación.
He aprendido que merece la pena sacrificarse por quien quieres con tal de tenerlos cerca y esto último me lo repito con intención de aplicarlo lo antes posible.

Ahora me toca a mí provocar cambios. Retarme a mi mismo y superar solo esos retos.
Consigo proteger mi corazón dejando de lado a todos aquellos que intentan llegar hasta él. No es un defecto, es una medida de precaución.

Hoy me he decidido. Tengo un propósito.
Sera un placer y todo un orgullo experimentar la consecución de tal propósito.
Paciencia...