Esta mañana he acompañado a mi hermano al Ikea que hay en Murcia. Ha hecho un dia estupendo. El sol se colaba por la ventanilla del coche y me calentaba la cara. Hacía tiempo que no sentía ese calor.
En Ikea hay una sección que vende alimentos típicos suecos. Me han venido un millón de recuerdos a la mente. Durante seis años esos productos han estado en mi nevera. La verdad es que hecho mucho de menos algunos de esos alimentos. Las salsas, algún tipo de pan, mermeladas, chocolates, etc. Es un sentimiento raro estar ahí de pie contemplando esos productos con sus etiquetas en sueco y estar tan lejos de allí y aún así sentirse tan cerca. Imagino que considero a Suecia cómo mi segundo hogar.
La verdad es que echo de menos más cosas de allí aparte de los alimentos. Cuando estaba allí echaba de menos cosas de aquí, cosas que para la mayoría de los que viven aquí pasan desapercibidas. Cosas como el ruido en las calles, olores, sabores... Supongo que nunca se olvidan los colores y sabores que rodean lo que un día fué tu hogar.
En Suecia existen todos los colores. Cada estación del año trae diferentes consigo diferentes colores y aromas.
Cuando me fuí de Alicante sentía que dejaba mi casa para probar suerte en otro país. En Suecia llegué a sentirme como en casa, cómo si fuese mi hogar, allí me casé y crecieron mis hijos.
En Ikea se pueden leer palabras suecas por todos lados. Cada mueble o artículo tiene un nombre sueco. Me he pasado la mañana leyendo, cada palabra sueca, para mí mismo. Hay un sofá que se llama Karlstad y esa palabra se me ha atragantado. Es el nombre de la ciudad donde viví esos seis años en Suecia. La ciudad en la que viven mis hijos.
Los imaginé en el colegio al mismo tiempo que leía ese modelo de sofá.
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