Cierro los ojos y dejo que ese calor me recorra todo el cuerpo y salgo de aquí en mis pensamientos. Me voy lejos, a gran velocidad, huyendo de los pensamientos negativos. Ese calor es mi refugio, mi escudo contra el que rebotan todos aquellos sentimientos que oprimen con violencia la parte izquierda de mi pecho.
Una relación acabada. No cualquier tipo de relación sino una relación especial, donde el futuro estaba bien presente y acordado mutuamente. En mi cabeza, la incomprensión y la lucha por buscar una explicación se enzarzan en una pelea de la que no saldrá ningún ganador. La realidad es la que es y la cura a esta decepción es no dar pasos hacia atrás.
Tomar decisiones es la parte fácil, la parte dificil es vivir con las consecuencias de esas decisiones.
La distancia, las palabras sabias de los que han pasado por este tipo de experiencias y la necesidad de proteger al corazón son las claves para superar el dolor que produce el acabar algo que nunca creí que se iba a acabar.
He conseguido esquivar al enfado y dominar mi rabia. Abro los ojos en vez de cerrarlos y busco lo postivo dentro de lo negativo y el consuelo de que la experiencia me hace fuerte es el motor que impulsa mis pasos hacia adelante.
Me propongo quererme y dejar que estén cerca de mí sólo aquellos que puedan merecerme.
Los recuerdos buenos superan con creces a los malos y eso es lo positivo de este dolor. No hay rencor ninguno, sólo el amor dado y el recibido. El entorno no debería acabar con esa entrega recíproca pero pensar diferente es la principal virtud del ser humano y el amor cada uno lo interpreta a su manera.
Mi objetivo ahora está bien claro y cuando el pecho duela un poco menos y la cabeza razone un poco más empezaré entonces a trazar el camino a seguir.
Jode que ocurra pero cuando se supera uno crece como persona y la experiencia fortalece aquello que antes era débil.
Ahora a pensar en mí.