A veces no queremos mirar cuando la televisión nos muestra imágenes crueles. Con crueles me refiero a gente bañada en sangre o muerta, ciudades arrasadas por alguna catástrofe o guerra, gente llorándo la muerte de algún conocido o familiar. La mayoría cambia de canal como si eso no fuese con ellos, como si fuese una película que no quieren ver.
Ayer cuatro mostró un documental sobre la situación en Palestina trás los 22 días de asedio israelí. Calles llenas de escombros, coches destrozados, edificios sin paredes, gente con la mirada ida. Imaginaos por un momento esa situación en cualquier ciudad española. Imaginad que lo habeis perdido todo, porque alguien ha bombardeado vuestro barrio. Imaginad que sobrevivis, con la imagen de familiares y amigos muertos en vuestra cabeza. Imagen que os acompañará allá donde quiera que vayais.
Cuesta imaginarse eso ¿verdad? Ver nuestra ciudad cubierta de escombros, de agujeros de bala y cuerpos sin vida. No nos entra en la cabeza estar en una situación así.
En el documental mostrarón a una niña tumbada en una camilla, con las piernas totalmente quemadas por la explosión de una bomba. Mientras le cambiaban la cura, la niña gritaba de dolor de tal forma que una sensación horrible recorrió todo mi cuerpo. Impresiona ver a un cuerpo tan pequeño temblar de aquella manera, con los ojos abiertos al máximo por el dolor. Los gritos de la niña fueron traducidos por el narrador. Estaba pidiendo ayuda a su mamá y ésta, de pie junto a ella, no podía hacer otra cosa que agarrarle la mano.
No era la única niña que el documental mostraba. Otra niña sobrevivió al derrumbe de su casa por el bombardeo israelí. Quedó atrapada debajo de los escombros durante días, tumbada al lado de los cadáveres de su padre, madre y tres hermanos. Esa niña contestaba a las preguntas del periodista, sentada en una silla en la calle. Con unos ojazos verdes y sin derramar lágrima alguna dijo querer vengarse cuando fuera mayor. Sólo tiene doce años.
Las guerras no respetan nada. Los niños dejan de ser niños cuando sufren una guerra. Pierden su inocencia y almacenan dolor y venganza en sus corazones durante el resto de sus vidas. No se pueden defender.
Aun no me quito de la cabeza los gritos de esa niña y su dolor. Ni la mirada de esa niña que perdió a su familia al derrumbarse su casa.
Pobrecillas. No es justo.