jueves, 30 de abril de 2009
sábado, 4 de abril de 2009
Cómo nos complicamos
Lento y apretados bailamos
mi corazón abierto y yo.
Tu nombre solía tener un sabor dulce
hasta que me arrancastes el amor que llevaba dentro.
Es un misterio cómo la gente se comporta
Cómo echamos de menos una vida cómo esclavos
Cuando él me besó, me metí gustosa
en una pelea que nadie podía ganar.
Éste hombre me dejó amoratada
y si hubiera podido, le hubiera hecho lo mismo
vuelvo a decirte lo que antes te dije
el amor es una fuerza poderosa
Y es un misterio cómo la gente se comporta
Cómo echamos de menos una vida como esclavos
Y nos arrojamos a un regazo cualquiera
que lo único que hará será hacerte sufrir.
O, tú, tú, es siempre tú.
El mejor besador que he conocido.
Amor verdadero es amor cruel
Nada de lo que sentirse orgulloso.
Ataque de nervios, volteretas acrobáticas hacia atrás
Cualquier cosa por un final feliz.
Es un misterio cómo la gente se comporta
Cómo nos creamos preocupaciones hasta llegar a la tumba
Cuando me besó, perdí todo
Me recuperé y lo volví a hacer.
O, tú, tú, es siempre tú.
El más duro pegador que conocí
Amor verdadero es amor cruel
Nada por lo que sentirse orgulloso
Lame culos, despiadado amigo infiel.
Todo por un final feliz.
Guerra de pan y los mejores colegas del mundo.
Ayer viernes, 3 de Abril, tuve mi primera cena de empresa con mis nuevos compañeros de trabajo. El sitio elegido fue el mítico restaurante italiano La Traviata. Y digo mítico no por su nivel culinario, sino por ser lugar conocido por sus cenas de grupo.
Eramos unos 30 aproximádamente.
Como suele pasar en este tipo de cenas, la comida en sí es lo que menos importa y lo que menos se va a comentar el lunes cuando nos volvamos a ver en la oficina.
Y como también suele pasar en este tipo de cenas, no se suele tener hambre sino sed.
Ayer, durante la cena y coincidiendo seguramente con el aburrimiento y frustración que supone el ver que las jarras de sangría estan vacías, alguien tuvo la idea de lanzar un trozo de pan contra la cabeza de otro. Tal idea fue bien acogida, tanto, que en unos pocos segundos el restaurante se convirtió en un campo de batalla. En las cestas de pan habían bocadillos y tostadas. En seguida me di cuenta de que las tostadas no eran la mejor de las municiones por volar de forma irregular así que cogí la punta de los bocadillos y esperé a divisar objetivos. Lo divertido es ver el gesto de la persona alcanzada justo un segundo después del impacto y observar como se lleva la palma de la mano contra la mejilla y la frota contra la zona dañada.
Una vez acabada la guerra, movimos tropas hacia el barrio y fuimos capaces de reunirnos todos en la misma trinchera y seguir saciando nuestra sed.
Cuando ocurren este tipo de eventos con gente del trabajo a la que no solemos conocer fuera de él, se descubren muchas cosas. Yo tuve la suerte de descubrir que de ahí saldrán muy buenos amigos y amigas. Me encanto oir algunos de los comentarios que oí sobre mí y me encantó que vinieran de quien vino.
Entre tanto baile y desmadre, llegaron algunos de mis amigos, Fran, Nacho y Rafa entre otros. Hacía tiempo que no les veía y les echaba mucho de menos. Los necesito más de lo que ellos creen. Que suerte tengo de tenerlos. Mucha. Os quiero cabrones.
Algunas amistades son complicadas pero ellos nunca me faltarán. La gente vendrá y se irá pero a la gente que yo elijo como amigos estarán siempre ahí.
Después de lo que he pasado y estoy pasando, tengo la oportunidad de comprobar lo importante que es la amistad por muy cursi que suene. Ver que a través del trabajo ese círculo de amigos se amplía, es algo que me ayuda mucho a superar la ausencia de mi príncipe y princesa.
Sentirme culpable es inevitable, pero dentro de esa culpa, sintiéndome como me siento ahora y sin ser todo tan gris como fué, los planes de futuro abundan y en todos esos planes entran mis bomboncitos. Y esos 2541 kilómetros serán recorridos las veces que hagan falta para ver esas caritas y que sientan que estoy ahí.
Os quiero Clara y Eric.
Eramos unos 30 aproximádamente.
Como suele pasar en este tipo de cenas, la comida en sí es lo que menos importa y lo que menos se va a comentar el lunes cuando nos volvamos a ver en la oficina.
Y como también suele pasar en este tipo de cenas, no se suele tener hambre sino sed.
Ayer, durante la cena y coincidiendo seguramente con el aburrimiento y frustración que supone el ver que las jarras de sangría estan vacías, alguien tuvo la idea de lanzar un trozo de pan contra la cabeza de otro. Tal idea fue bien acogida, tanto, que en unos pocos segundos el restaurante se convirtió en un campo de batalla. En las cestas de pan habían bocadillos y tostadas. En seguida me di cuenta de que las tostadas no eran la mejor de las municiones por volar de forma irregular así que cogí la punta de los bocadillos y esperé a divisar objetivos. Lo divertido es ver el gesto de la persona alcanzada justo un segundo después del impacto y observar como se lleva la palma de la mano contra la mejilla y la frota contra la zona dañada.
Una vez acabada la guerra, movimos tropas hacia el barrio y fuimos capaces de reunirnos todos en la misma trinchera y seguir saciando nuestra sed.
Cuando ocurren este tipo de eventos con gente del trabajo a la que no solemos conocer fuera de él, se descubren muchas cosas. Yo tuve la suerte de descubrir que de ahí saldrán muy buenos amigos y amigas. Me encanto oir algunos de los comentarios que oí sobre mí y me encantó que vinieran de quien vino.
Entre tanto baile y desmadre, llegaron algunos de mis amigos, Fran, Nacho y Rafa entre otros. Hacía tiempo que no les veía y les echaba mucho de menos. Los necesito más de lo que ellos creen. Que suerte tengo de tenerlos. Mucha. Os quiero cabrones.
Algunas amistades son complicadas pero ellos nunca me faltarán. La gente vendrá y se irá pero a la gente que yo elijo como amigos estarán siempre ahí.
Después de lo que he pasado y estoy pasando, tengo la oportunidad de comprobar lo importante que es la amistad por muy cursi que suene. Ver que a través del trabajo ese círculo de amigos se amplía, es algo que me ayuda mucho a superar la ausencia de mi príncipe y princesa.
Sentirme culpable es inevitable, pero dentro de esa culpa, sintiéndome como me siento ahora y sin ser todo tan gris como fué, los planes de futuro abundan y en todos esos planes entran mis bomboncitos. Y esos 2541 kilómetros serán recorridos las veces que hagan falta para ver esas caritas y que sientan que estoy ahí.
Os quiero Clara y Eric.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)